Rangil: hemeroteca y clipping de prensa (ver contenido)
Rangil: dedicatorias póstumas
AÑO 2022
Libro: Como puedo
Autora: Macarena Trigo
Editorial: Mr. Griffin
Enlace: (https: "www.mistergriffin.es/product-page/como-puedo"(visitar)
Pg. 69. J. Rangil: Maestro castellano de alma soriana y humor insobornable. Pintor abstracto en una tierra ingrata para el arte. Rangil escuchaba música clásica y dormía bajo su propio Guernica. En su salón celebramos cumpleaños, ensayos musicales y lectura. Era un alma joven, humanista, que disfrutaba la buena comida, los puros, y una bebida espirituosa en fechas significativas.
Pg. 70. Sus enojos tendían al silencio. Disimulaba sus preocupaciones y le encantaba incordiar a quienes se mostraban predecibles o groseros. Mantuvo un estudio toda su vida. Pasaba las tardes rodeado de sus cuadros y materiales acumulados durante décadas con los que organizaba clases particulares. Podías tocar el timbre sin aviso y te recibía con café y dulces o vino con queso, según la hora del día. Tuvo la paciencia de mostrarnos sus cuadros y explicarnos la evolución de su estilo cuando éramos demasiado jóvenes para intuir su titánica tarea, su compromiso con una forma de contemplar el paisaje y la vida que eligió en la periferia del sistema. Amé su humor y discreción. Nunca preguntó nada que, de a poco, no fuéramos conversando a lo largo de los años.”
AÑO 2018 (tras la muerte del pintor)
Artículo: El break-dance de la pintura: Jesús Rangil.
Autor: Paco López, periodista
Inédito; incluido en el dossier del Proyecto Expositivo presentado a la Junta de Castilla y León para la exposición in memoriam “El último Valladolid-Ariza de Rangil”.
Jesús Pascual comenzaba cada día su particular danza plástica con las bases que le preparaba su compañera María José. Y entonces atacaba “like that” con gamas fundamentales de ocres y de grises hasta lograr sus mejores “freeze” en series magníficas que firmaba con un reconocible y personal tag: rangil. Cultura urbana, poesía de micro, graffiti, monopatín, break-dance... Rangil, sin saberlo, circulaba con seguridad sobre las imprimaciones de cartulinas y cartones, estableciendo una conexión con la ciudad asfaltada y alquitranada, como un trazador de “parkour”. Lo mismo que un b-boy neoyorkino, Rangil ejecutaba su “trabajo de manos” en su estudio de la calle del Peso. Más allá de la pintura pero definitivamente pintura, más allá del tiempo pero tiempo congelado, más allá del paisaje pero un paisaje mano con mano. Una serie tras otra, una maravilla tras otra maravilla, iba Rangil haciendo sus declaraciones de arte. Nota al margen. Hemos de saber que en Valladolid, el paisaje es un estrato fosilizado por el tiempo. Pintar es cosa de tirar líneas y bandas en busca de un horizonte de sucesos crepuscular: pueblos en ruina, desmochados palomares y concentración parcelaria. Se hace mucho, quizás demasiado, abstractos y figurativos, modernos y antiguos. Frente a esa subyugación plástica a que nos somete el páramo castellano, Rangil había sabido sofocar su abrumadora presencia para hacerla decididamente urbana. Desde su Soria natal hasta Valladolid, Rangil fue preparando clases de dibujo en las que incorporaba el expresionismo abstracto alemán y americano. Eran los años 80 y Rangil se entregaba a fondo, comprometido con el arte. Todo estaba por descubrir aunque todo ya había sido descubierto. Pronto llegaría el estallido de creatividad con un Rangil atrevido en sus propuestas, de gesto seguro y un estilo identificable en el que predominaba la espontaneidad y la inmediatez. Son los años 90 con series geniales de retratos, bodegones y paisajes. Son los años dorados en los que proliferan las exposiciones, tanto en Valladolid como fuera. Así fue hasta aproximadamente el año 2005 en el que una dermatitis le dificultó en gran medida continuar con su tarea. Ahora, fallecido Rangil, urge una exposición homenaje que nos vuelva a poner en contacto con sus atrevidas pinturas y sus trazos geniales e inconfundibles.
AÑO 2018 (tras la muerte del pintor)
Artículo: La generosidad de la práctica artística
Autora: Macarena Trigo, escritora, actriz y directora de teatro. Estudió Historia del Arte, Comunicación Audiovisual y Teoría de la Literatura.
Inédito; incluido en el dossier del Proyecto Expositivo presentado a la Junta de Castilla y León para la exposición in memoriam “El último Valladolid-Ariza de Rangil”.
Para Rangil la pintura no se enseña, se aprende. Como buen maestro, sabe que el proceso creativo se acompaña, se tecnifica, pero no se impone como un dogma ni se revela como súbita. Su desempeño es una lección sobre el oficio, sobre el quehacer constante que demanda más soledad y silencio que fanfarria. La pintura es su forma de interrogarse sin necesidad de hallar respuestas. Su compromiso es íntimo, vital. Comparte su entusiasmo con generosidad en un taller donde somos bienvenidos y donde su obra, siempre en expansión rebelde, es el mejor testimonio de esa pasión que durante toda su vida luchó por contagiar con el afán de quien se sabe portador de un virus capaz de hacer del mundo un lugar menos doloroso. Rangil es, en presente, su obra. Como lo fue siempre. No hay muerte que le valga.